domingo, 26 de abril de 2015

Ávila, Corte del Reino (mayo a octubre de 1531)

En 1531 Ávila se convirtió en Corte desde mayo a octubre de ese mismo año acogiendo la visita de la emperatriz Isabel y del duque de Gandía, el futuro San Francisco de Borja. Acompañaron a la emperatriz sus hijos Felipe, de cuatro años, y la infanta María de 3 y se alojó, sorprendentemente para algunos, en el palacio de un antiguo comunero, Gómez Dávila, señor de Velada, Villanueva y San Román, del linaje de Blasco Jimeno, y que había sido el representante noble de la Santa Junta, en un claro acto de reconciliación con el bando comunero. La esposa del emperador quería estar presente en la profesión religiosa de tres de sus damas que ingresaban en el monasterio de Santa Ana, vinculado a la familia real desde Isabel la Católica, y será en este lugar donde al infante Felipe es presentado a la nobleza y al pueblo con los ropajes de gentilhombre. La visita de la emperatriz fue costoso pero grato para el Concejo. Se engalanaron calles y plazas, se colocaron los mejores tapices para saludar el paso de la emperatriz, se colocaron arcos triunfales y las damas rivalizaban en esplendor y belleza. 2015-02-15 16.54 Inscripción (franquista) en el monasterio de Santa Ana sobre “Trilogía de Grandeza Patria” Un acontecimiento insólito en la ciudad en la que todos sus habitantes lucieron sus mejores galas. Bueno, todos menos una joven Teresa de Ahumada de 16 años, que debido a la exigencia de su padre ante un conato de enamoramiento con un primo, le internó en el monasterio de Nuestra Señora de Gracia, y tuvo que conformarse con escuchar, tras las rejas del locutorio del convento, el relato de los acontecimientos que seguro le hubiera gustado presenciar. Destacar, que Teresa, con un carácter fuerte y rebelde, propio de una adolescente, no tenía vocación de monja, y de no haber sido por María de Briceño, encargada de la educación de las muchachas seglares, Teresa no hubiera encontrado la vocación religiosa, pues quedó muy impresionada por la riqueza espiritual de su instructora. Sería unos años después, un 3 de noviembre de 1537, cuando Teresa salió a hurtadillas de su casa para dirigirse al monasterio de la Encarnación para entrar en él, y fue esta vez su padre el que no quería que su hija se encomendara a Dios. Ironías de la vida.